"No sé qué pensar, me ha pasado de todo: he estado con ataques de nervios, llorando todo el día. Por momentos me agarró un miedo terrible y por otros, una felicidad y una paz absolutas. Acá está la Virgen llorando y las puertas de mi casa están abiertas; al que venga con fe seguramente le concederá la Gracia". Paola de Miranda vive en el pasaje Brasil al 300 (Villa 9 de Julio). Ella siente que en su vida hay un antes y un después del jueves. Tiene 45 años, cree en Dios y en todos los santos -hasta los que no entran en los cánones de la Iglesia- pero no esperaba lo que le pasó. Ese día, la imagen de María que ocupaba un estante al lado del televisor la sorprendió. "Comenzó a llorar sangre, y toda mi vida se me presentó ante los ojos como en una película", cuenta. Hace 17 años que se dedica a la política. "Arreando gente para ir a votar o para ir a los actos", define, y afirma que está segura de que ya no quiere seguir haciéndolo. Tampoco cree que el mensaje sea algo malo, como le habría sugerido una vecina de otro credo. Paola interpreta que es tiempo de cambiar.
"Yo creo que la Virgen nos dijo acá estoy, acuérdense de mí. Son cosas de las que me voy dando cuenta de a poco, pero tengo una mezcla de sensaciones que no puedo describir fácilmente", apunta. La imagen, que muestra una mancha de color rojo oscuro que le cubre todo el ojo izquierdo, es la de la Virgen que sostiene al Niño en la famosa composición de la Sagrada Familia, y para Paola esto no es casual. "Entre todas las personas que vinieron a visitarla la mayoría eran mamás de chicos adictos que pidieron por sus hijos. Otras eran víctimas de violencia familiar, y acudieron a la Virgen para suplicarle que las ayude a salir de esa situación. Fue muy impactante conocer esas historias y creo que el mensaje es un llamado a defender la familia", analiza.
El político para el que trabaja (prefirió no dar a conocer su nombre) está alineado con el Gobierno nacional. Mañana tenía que salir y llenar los ómnibus para un acto por los Derechos Humanos, pero no sabe si podrá hacerlo: su cabeza está en otra cosa y la aflige pensar que estuvo actuando mal todo este tiempo. "También pienso que estamos en momentos difíciles para nuestra sociedad cristiana... Estamos hablando de legalizar el aborto y la droga... Esas no son enseñanzas que nos haya dejado nuestra fe", reflexiona.
Apenas vio el fenómeno, Paola llevó la imagen a la parroquia, donde recibió la bendición del cura. La charla con el párroco la tranquilizó: "no podemos saber todavía si es sangre o no, pero el padre Daniel nos aseguró que era una manifestación de la Virgen y que como tal no debía tener miedo", cuenta. "Yo venía agobiada por cuestiones personales y de trabajo. El jueves me senté a ver tele cuando vi algo raro en la cara de la Virgen. Al mismo tiempo vi una especie de resplandor y se me hizo un nudo en la garganta, una sensación similar a la que se siente cuando fallece un ser querido. Esa sensación se fue, pero volvió cada vez que la Virgen lloró de nuevo, que fueron varias veces y en distintos momentos", recuerda.
El sábado, Día de la Inmaculada Concepción de María, su casa fue un desfile de devotos. Su hijo Gabriel, de 14 años, prefirió instalarse en la casa de una tía mientras que su hija Rocío, de ocho, se quedó a acompañarla. Su marido, Ramón, es policía, y montó guardia para ver si el fenómeno se repetía, y así fue. "Llegó incluso una mujer con las piernas vendadas, que apenas puede caminar, y subió las escaleras para rezarle. Tuvimos que correr todos los muebles para que entre la gente y a la 1 de la mañana recién me fui a dormir", cuenta Paola, todavía intranquila, pero con una felicidad que no puede ocultar.
Ella todavía no le pidió nada a la Virgen. Está esperando desentrañar con más claridad su mensaje. También la visitó un teólogo, que le prometió que hará los estudios pertinentes para saber si se trata de sangre humana y compararla con la de los integrantes de la familia. A Paola no le importan los resultados: su vida ha cambiado y ya no volverá a ser la misma. "Cuando hay un acto político voy por los barrios arreando gente, diciéndoles que hay un sánguche y una gaseosa. Ellos ni saben por qué van. Lo mismo en las elecciones... les damos los votos y los llevamos. Si este es un mensaje para toda la sociedad, bienvenido sea. A mí me hace pensar lo mal que he actuado toda mi vida", dice.
- Y entonces, Paola, ¿a qué se va a dedicar ahora?
- Dios proveerá.